jueves, 2 de abril de 2009

Que el swing retumbe por siempre

DE LA REDACCIÓN
En la calle principal de Guadalupe, casi al frente del Mas x Menos, hay un lote baldío, desolado, frío y sin vida; sin embargo, hay algunos que aseguran que, al pasar frente al sitio, en la noches, en medio de la fría brisa logran escuchar una pegajosa melodía.
La música invade a los transeúntes, quienes se ven tentados, como hechizados por un arte popular, a ponerse a dar brinquitos y vueltas en media vía pública.


El ritmo que emana el lugar no es más que el espíritu de Karymar, que se resiste a desaparecer, un espejismo sonoro, un recuerdo de buenos tiempos en la pista ….
Karymar fue la cuna del swing criollo, un baile nuestro, sinónimo de la cultura costarricense, folclor callejero, espíritu urbano.
Una combinación de la cumbia colombiana con el swing de las grandes bandas de Estados Unidos, popularizado en nuestro país por obreros de fábrica y trabajadoras del sexo, quienes, a punta de improvisaciones orgánicas y pasos propios, lo convirtieron casi en un patrimonio nacional.
El swing superó barreras sociales y económicas, seducidos por la pista ricos y pobres.
Luego de 26 años de vida, el local, la famosa pista de baile en la que se lucieron los inmortales Cupido, Gringo y Tito, fue tristemente demolido la semana pasada luego de que los dueños del inmueble decidieran venderlo.
La muerte de Karymar es solo física pues su esencia sigue en pie, su legado continúa con aplomo; lastimosamente este podría extinguirse si aquellos que vivimos y fuimos parte de su historia nos quedamos de brazos cruzados y llorando la pérdida.
No hay tiempo para lutos, la demolición de la cuna del swing debe asumirse como una alerta roja sobre la amenaza que se cierne sobre este baile, nuestro baile.
La misión de mantenerlo con vida no solo deberá ser asumida por las promotoras de esta danza, como Ligia Torijano o la documentalista Gabriela Hernández; los encargados de la cultura deben ponerse a bailar swing .
La ministra María Elena Carballo, quien en algún momento postuló el baile para que se convirtiera en “patrimonio intangible de la humanidad”, debe liderar el rescate del swing criollo.
Dejar que el swing se vuelva un recuerdo, un fantasma tal y como ahora lo es Karymar, sería un crimen atroz y despiadado.
De nosotros depende que la melodía no pierda ritmo y que el espejismo sonoro que invade por las noches aquel rincón de Guadalupe, en vez de desaparecer con el tiempo, retumbe por siempre.

Seductora adrenalina

DE LA REDACCIÓN
Nadie en Costa Rica puede pretender correr con los toros de Pamplona si antes no ha correteado a los de Zapote.
La fiesta vivida en el redondel josefino es digna de envidia de cualquier nación y es capaz de hacerle la boca agua al aventurero más arriesgado.

El domingo pisé la plaza por primera vez y, pese a que casi siempre estuve del otro lado del telón de acero, logré entender por qué el ser humano arriesga su vida en vano con tal de sentir la adrenalina que produce la amenaza de una embestida taurina.
Al recorrer el pasadizo de madera –única ruta de acceso al coliseo– se siente una ansiedad desbordante, superior a cualquier primer beso o a la defensa de una tesis; pasa el tiempo y entonces comienza a rondar un ligero temor, una voz de la conciencia que te dice que ponértele enfrente a un animal cachudo de 600 kilos no es de cuerdos; pero ese sentimiento es pasajero, el espíritu de aventura surge de un pronto a otro y logra dominar toda razón y sentimiento cobarde.
Suena la corneta y sale el animal, una bestia que, por más pequeña y sin gracia que se vea en televisión, en vivo parece más salvaje que el Chirriche o el propio Malacrianza .
El toro se adueña del redondel, al principio perdido, desubicado, pero al tiempo entiende su misión y se asume como el protagonista principal del espectáculo.
Quienes se atreven a enfrentar a la estrella del show , tarde o temprano deben salir espantados, esquivando una cornada, zigzagueando por su vida.
El peligro acecha y eso es, precisamente, lo que convoca a los improvisados, el riesgo se vuelve una droga, seductora y tentadora, la adrenalina es la gloria, correr o ser corneado, escapar o ser revolcado.
Entre los toreros, hay quienes prefieren estar de largo, pero poco a poco se van contagiando de la emoción y un impulso salvaje los motiva a sortear al toro.
Los que resultan heridos, lejos de huir y buscar alguna incapacidad, se levantan, se sacuden y de vuelta al juego, como si nada hubiera pasado; y si tienen la suerte de ser entrevistados por la televisora de turno, envían saludos a sus madres, quienes, con el corazón hecho un puño y un rosario en sus manos, observan las corridas atentas desde su casas. Una verdadera fiesta de emoción y algarabía, la victoria –sentir la presencia del toro– es suficiente recompensa, una odisea de gladiadores.
Ellos, los improvisados, quienes ponen su vida en riesgo, merecen el aplauso y la ovación.

Alerta celeste en tiempos de crisis

PRIMERA FILA

La luz de alarma encandila cada esquina de la Universidad de Costa Rica.


El equipo de futbol académico tuvo el peor de los arranques: cuatro juegos, cuatro derrotas y cero puntos. Desastroso.
El escenario es todavía más oscuro si consideramos que dos de los equipos con los que cayó son rivales directos por el no descenso, Carmelita y Ramonense.
El equipo celeste comenzó con la mentalidad de clasificar a la siguiente ronda, pero pronto su meta se vino abajo y ahora debe concentrase en escapar de la amenaza de la segunda división.
Pero no todos son sombras, en medio de la crisis, por fin se inauguró el estadio Ecológico, al fin la ‘U’ tiene casa propia.
El sueño de la dirigencia es que los aficionados celestes despierten y se sientan identificados con el equipo, ahora que tienen cancha en los propios terrenos de la alma mater .
Si bien las ratas abandonan el barco cuando se está hundiendo, los valientes son quienes abordan la nave con el fin desesperado y heroico de sacarlo a flote, de salvarlo de la tormenta.
Esa es la actitud que los seguidores académicos deben asumir, la gente debe llegar al Ecológico, tanto funcionarios de la institución como egresados de la casa de enseñanza.
Estudiantado. En esta convocatoria los alumnos deben pasar con la mejor de las notas.
De la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio al estadio Ecológico no hay más que diez minutos caminando, la fiesta está a la vuelta de la esquina.
Las lecciones se inician el próximo 9 de marzo, los docentes deben transmitirles a los alumnos el valor del espíritu universitario y que la oncena que salta a la cancha lleva en su pecho el escudo de la universidad más importante del país.
La Universidad de Costa Rica, a diferencia de otros centros de enseñanza, no es solo un lugar donde se llega a estudiar. Es una fuente de conocimiento que trasciende los libros de texto y clases magistrales, allí se aprende caminando por el pretil, comiendo en las sodas, o en las funciones del Teatro Girasol y Danza U.
Los partidos de la escuadra académica son tan importantes como las manifestaciones, conciertos y conferencias que a diario se organizan en el campus .
En momentos de crisis se debe maximizar esfuerzos y quienes han dado la espalda, ahora deben sacar pecho y batallar para salir victoriosos de la zona de peligro.

Inquisición en sonata de tango

PRIMERA FILA


Hay una especie de instinto humano, atroz y desvergonzado, que sale a flote justo cuando la barca de la victoria se hunde en un remolino de fracasos y tropiezos.
Cuando la situación se pone dura, el camino empinado y el panorama oscuro, ese instinto despierta y nos insta a exigir que rueden cabezas, que sufran y paguen los presuntos responsables.

Esa tendencia desfachatada de buscar culpables en lugar de soluciones, es común, frecuente y constante en el balompié, tanto nacional, como mundial.
En Tiquicia en las últimas semanas la inquisición se ha vestido de rojinegro y entonado una disgustada pieza de tango.
Algunos sectores de la afición, prensa y directiva, han dirigido su mirada de reproche a los tres argentinos, únicos extranjeros de la planilla de jugadores, que visten la casaca manuda: Sills, Juárez y el recién incorporado Hernández.
La manera más sencilla, sin duda, de explicar el estrepitoso descenso de la Liga, subcampeón aguerrido y valeroso en el torneo anterior, es atribuirle la culpa a los foráneos, a los ‘otros’, los distintos a la norma (que en este caso es ser costarricense).
“Cuando nadie daba nada por nosotros y quedamos subcampeones, éramos unos fenómenos, ahora que las cosas andan mal, somos los malos”, comentó Juan Ignacio Sills el sábado pasado a una radio deportiva tras la tercera derrota al hilo del equipo manudo.
Placebo. Echarle la culpa a los argentinos del pésimo desempeño manudo es simplista y carece de todo sentido y fundamento.
Ellos no fueron los artífices –por sí solos– del buen accionar del equipo en el torneo pasado; es decir, que aunque fueron importantes en el esquema, este no giraba en torno a ellos.
Por ende, su bajo rendimiento actual no explica el baja de rendimiento de todo el conjunto.
Los liguistas se aferran a la idea de que los argentinos son la causa del mal juego de su equipo, como los ticos creen que los problemas del país son culpa de los nicaragüenses o los colombianos, o como los estadounidenses piensan lo mismo de los latinos. Es un simple placebo nacionalista.
La Liga anda mal, pero la raíz del problema no está en los jugadores extranjeros, no se resuelve exiliándolos al sur. Hay que abrir los ojos y analizar –sin instinto inquisidor–, desde la tribuna, las cabinas de transmisión y la junta directiva, qué es lo que realmente pasa en el cuadro rojinegro.

El héroe bajo los tres palos

PRIMERA FILA





“También lo llaman portero, guardameta, golero, cancerbero o guardavallas, pero bien podría ser llamado mártir, paganini, penitente o payaso de las bofetadas. Dicen que donde él pisa, nunca más crece el césped”.
Así describe Eduardo Galeano en El futbol a sol y sombra , la esencia y lo que representa ser el guardián de los tres palos.
La labor de un portero parece aburrida cuando no llegan pelotas, solitaria e incomprendida, a veces hasta los llaman el aficionado más cercano al terreno de juego, pero en un contraataque, un furibundo remate o un desvió involuntario de un compañero debe trabajar horas extra.
De ahí que los entrenadores deben seleccionar fría y calculadoramente quien ocupará tan importante puesto.
La decisión trasciende las cuestiones técnicas y habilidades físicas de los aspirantes, pues el liderazgo, aplomo, serenidad y la capacidad de no derrumbarse tras la vulnerabilidad de su marco, son características claves.
Es decir, quien juegue de portero debe tener la capacidad de volverse un héroe cuando su equipo más lo requiere.
El partido del próximo 28 de marzo en el estadio Azteca, entre ticos y mexicanos, pareciera ser uno de esos en los que se requerirá de un ‘cancerbero maravilla’.
El cuerpo técnico tricolor tiene gran responsabilidad sobre sus hombros, aún más si tomamos en cuenta que dos de los principales candidatos para ocupar el puesto están banqueados: Ricardo González y Keilor Navas.
Pero este elemento no debe ocasionar que el cuerpo técnico se incline por un tercer candidato. El titular del juego ante México, sin duda, debe ser uno de ellos.
Empero, González tiene sus pasados desastrosos al momento de enfrentarse a la presión, duelos que ha perdido, ocasionando las derrotas de sus equipos.
Me viene a la mente el juego, en el propio Azteca, de semifinal de la Copa América del 2003, Rafa Márquez le anotó a González casi desde media cancha.
La Tricolor se devolvió a casa con una derrota de 2-0.
De ahí que Navas se presenta como la mejor opción, joven pero de basta experiencia.
Además, ha sacado pecho por su equipo cuando éste más lo necesita y lejos de navegar en una nube de elogios y vanidades, se ha mostrado humilde y sereno.
Sin importar que ahora esté en banca, es claramente el candidato número uno para volverse el héroe bajo los tres palos del equipo patrio ante los mejicanos.

La juventud alza la voz

De la Redacción



La batalla parece estar declarada: el manifiesto es claro; la convicción, fuerte, y las señales de ceder, nulas. Los estudiantes de colegios se han lanzado a las calles a protestar contra decisiones del Ministerio de Educación Pública (MEP) que los afectan, contra la burocracia, contra los oídos sordos de los adultos, contra ese modo de ver a los jóvenes como incompletos, inmaduros y rebeldes sin causa.
Hace poco más de un mes que se inició el curso lectivo, y las manifestaciones en distintos centros educativos han sido plato de todos los días. Cada colegio lucha por su propia causa, todos de forma pacífica: el Castella quiere mantener viva su esencia artística, el Manuel Benavides quiere presupuesto para los programas de educación especial, en otro quieren más profesores, que bajen los precios de la soda o ayuda para pagar los recibos de la luz.
Cada una de estas consignas son igual de importantes y – más allá de fondo del asunto– tienen un denominador común: pretenden rescatar un derecho básico, el derecho a la participación. La Convención Iberoamericana de los Derechos de los Jóvenes, normativa que entró a regir en nuestro país en mayo pasado, recalca que a los jóvenes –personas entre los 12 y 35 años– se les debe tomar en cuenta a la hora de definir políticas públicas, programas o proyectos dirigidos hacia ellos.
Esta práctica, sin duda alguna, no se ha acostumbrado en nuestro país, cuyo sistema social se basa en el adultocentrismo, término con el que el sociólogo Piere Bourdieu define la concepción del mundo desde las reglas adultas, en donde se menosprecia y margina a los jóvenes, por el solo hecho de ser jóvenes. Bastaba solo que pasara el tiempo para que se suscitara una serie de acciones como las que ahora vemos a diario, protestas de jóvenes contra decisiones de adultos que los afectan. Las manifestaciones son una forma de los colegiales de decir “basta ya”, de solicitar la palabra y pedir participación, una medida tomada de forma –en muchos casos– desesperada, ante las negativas de las autoridades del colegio o del MEP a escucharlos.
Las protestas colegiales deben visualizarse como un fallo en el sistema del Ministerio de Educación, una consecuencia de su mal actuar y de los escasos espacios de participación que les dan a los muchachos. El MEP debe analizar con sabiduría y criticidad estas manifestaciones y comenzar, de modo urgente y antes que el tema se salga de control, a darle más voz y voto a los colegiales para evitar que estos tengan que alzar la voz y recurrir a la protesta.